El leer este blog es perjudicial para la salud. Ley No. 43.744.

Náufragos urbanos

Se habrá notado que, contrariando mi costumbre, esta vez he dejado, a un costado del blog, la dichosa sección de "Seguidores". ¿Por qué haría eso alguien que, en todos sus anteriores blogs, apenas si logró acceder al caprichoso milagro de contar con un solo seguidor extraviado? Porque, justamente, este blog pretende ser un canto de loa, una glorificación al consuetudinario fracaso de aquellos que no son aceptados o comprendidos por la sociedad, de modo que es menester que esa sección vacía, que denunciará a los ojos del mundo mi pertinaz carencia de lectores, permanezca allí, luciendo ante el estupor de una humanidad apiadada toda la grotesca miseria de su despojada realidad.

Pero sépase, ante todo, que no son los míos los únicos blogs del universo que carecen de lectores: sólo soy el primero que se atreve a revelarlo, con un orgullo que se asemeja más de lo debido a una histérica demencia. Y lo hago porque es hora de que alguien se glorie de ser esto que somos: náufragos urbanos, seres que, aun en medio de las urbes más populosas, permanecen como si estuviesen aislados más allá del mundo conocido en una isla desierta por cuyos brumosos bosques, bajo la noche tachonada de estrellas, el fantasma de la soledad deambula aullando.

¿Es que acaso no son nuestros blogs como mensajes arrojados al mar en botellas cibernéticas? Sí, y los lanzamos llenos de esperanza hacia las indiferentes aguas que nos circundan aún sabiendo que ese océano que nos envuelve descansa sobre una superficie plana que, a lomos de cuatro elefantes que se yerguen sobre el caparazón de una tortuga, sólo comunica, siguiendo cualquiera de los puntos cardinales conocidos por la razón humana, con unas abismales cataratas que se derraman demencial e interminablemente en el negro vacío de la nada.

Pero a no inquietarse por nuestra condición de náufragos, aun a pesar de lo muy doloroso que nos resulte advertir que no es una isla física la culpable de nuestra soledad, sino una isla intelectual de la que jamás podremos escapar, a no ser que el barco de la lobotomía rumbée algún día hacia las coordenadas de nuestras costas ignoradas: celebremos ser esto que nos ha tocado en desgracia, pues sólo las naturalezas más fuertes pueden resistir algo así. Construyamos, como Robinson Crusoes urbanos, un refugio en nuestras islas epirituales, y, ya sin miedo alguno al destino impiadoso, sigamos escribiendo como si nada blogs que nadie leerá salvo los pequeños dioses nocturnos de la desolación y la desesperanza; saquemos con orgullo perfiles de facebook que permanecerán por siempre sin amigos y cuyos cambios de estado ni la CIA se molestará en revisar; abramos cuentas de msn desprovistas de contactos e iniciemos religiosamente el programa todos los días como esperando que los muertos se comuniquen con nosotros a través de él. Sí: ¿qué puede importarnos la popularidad de los mediocres? Seamos lo que somos, y mantengámonos firmes para morir con honor.

Y ojo: no alimentemos a la psicología y a la terapia, que han descubierto en las nuevas tecnologías, mientras sus fauces dejan caer ingentes lianas salivales, la posibilidad de una nueva era de esplendor. Hace diez años hubiese resultado inaudita la idea de jóvenes que, en lugar de deprimirse por la muerte de una madre o la separación de sus progenitores, lo hiciesen al advertir su escaso nivel de aceptación en las redes sociales del universo virtual. Niños a los que nadie habla por msn mientras, a su lado, su compañero de cyber se castiga con ocho ventanas de chat abiertas a la vez; púberes que jamás resultaron etiquetados en una foto de facebook y cuyas ideas jamás fueron megusteadas ni por sus parientes más cercanos; filósofos y artistas de primer orden cuyas obras aguardan eternamente en silencio bajo las torrenciales lluvias del desdén y la indiferencia mientras los más vulgares portales sobre política y chatura creados por toscas pero combativas nulidades se saturan de visitas multitudinarias; vidas destrozadas que, pululando sin rumbo como almas en pena por el gélido cyber-espacio, no encuentran, en lugar alguno, una sepultura abierta dentro de la cual echarse a descansar por un rato: todos vosotros sois de mi gremio, y, aunque aún no contemos con personería jurídica ni reconocimiento sindical alguno, siempre podréis acudir a mí en casos extremos.

Pero no creáis que por decir esto me considero mejor o más fuerte que vosotros: por el contrario, deberíais meditar a fondo la extraña fábula que os lego a continuación.


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La zorra, las uvas y el esqueleto

Hubo una vez cierta zorra que, tras ver que los humanos que la rodeaban vivían embriagándose con dulces vinos elogiados por todos, se dejó tentar por un racimo de uvas que colgaba en lo alto de una parra. Por muchos esfuerzos que puso en ello, imposible le resultó alcanzarlo, de modo que se alejó de él manifestando no ya que ese racimo estaba verde, sino incluso que la uva era una fruta que, cosa tal vez cierta, no le gustaba en absoluto. Siguió caminando un largo trecho, aún viendo los colegios, las familias, la sociedad entera disfrutando de ese vino siempre alabado, hasta que se topó con un extraño esqueleto que, provisto de un gancho, estaba destrozando con inconcebible furia centenares de damajuanas. Admirada por ese nuevo ídolo que despreciaba tanto el vino y que odiaba a la uva como si de su peor enemigo se tratase, no tardó la zorra en ansiar volverse su discípula y en seguir a todas partes sus pasos. Mas, al advertirlo, el esqueleto la enfrentó y en un lenguaje espantoso le dijo: «No realizo estas heroicas y extremas acciones que quieres emular porque sea más poderoso que tú, sino sólo porque las uvas sociales están más lejos de mí de lo que jamás estuvieron de nadie. Algún día tú encontrarás algún racimo a tu altura, pero yo, con mis esqueléticas garras, cada vez que he querido tomar una uva la he reventado, mientras que todo vino que he bebido se ha derramado por entre mis horripilantes costillas desnudas. Sólo soy el mejor en tu mundo de valores invertidos porque la muerte me ha hecho el peor entre los hombres».

6 comentarios:

  1. ♫ Walked out this morning, don't believe what I saw
    Hundred billion bottles washed up on the shore
    Seems I'm not alone in being alone
    Hundred billion castaways, looking for a home ♫

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  2. Había imaginado que esto sucedería: bastaba con que me vanagloriara de mi carencia de lectores para que en cuestión de instantes emergiese uno, como un ángel de venganza, de entre las fauces de la noche.

    Yo no sé cómo Murphy todavía no vino a la Argentina a asesinarme: desde que nací que el pobre tipo tiene que ponerse a redactar unas veinte leyes nuevas por día...

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  3. wow,killing me softly with his song,killing me softly...ajaja,la indiferencia,te encuentra cuando no la buscas y se esconde cuando mas la necesitás...

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  4. La indiferencia, la atención, la suerte, la inmortalidad, la fama, y centenares de conceptos femeninos por el estilo son a menudo como esas mujeres que desdeñan a los que se enamoran de ellas y sólo corren en pos de los que las ignoran.

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  5. Anónimo20/2/13

    Cuanto tiempo tiene el ocioso para quejarse de tal manera. Cuando uno no tiene problemas de verdad se los buscas. Es terrorifico leer cada una de tus pastosas lineas, este hasta incomodo e imposible de terminar ni un parrafo. Suicidate, no te necesitamos, haces dano al mundo, triste perdedor.

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  6. Qué bueno saber que le hago daño al mundo, justo que hoy me iba a suicidar, ahora por eso seguiré viviendo.

    Y qué bueno también ver que los ganadores pierden tiempo, que podrían emplear en seguir garchando colegialas rusas, en leer mi blog: qué giles.

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