El leer este blog es perjudicial para la salud. Ley No. 43.744.

La rebelión de los mamíferos

Mi sorprendente regreso a las páginas de este blog, y a mis exhaustivos estudios sociológicos, obedece al simple hecho de que me veo en el deber de poner nuevamente en guardia a la humanidad (aunque la considere mi más mortal enemiga) y de alertarla ante los terribles peligros a los que se ve expuesta en la supina ignorancia que la caracteriza. Ha llegado para mí la hora, en efecto, de desenmascarar para siempre a otro más entre los oscuros factores de poder que se mueven impunemente en las sombras, acechando al hombre, y que sólo los potentes reflectores de mis ideas libres de ataduras pueden sacar a la luz y denunciar. Sentaos pues, incautos hijos de la mujer, a leer con atención y prudencia este ensayo, que no habrá menos de dejaros atónitos, y preparaos para la acción si es que queréis que el mamífero rompa, de una vez por todas, las tiránicas cadenas que forjan su eterna tragedia de vida.

***


Sobre el principio de amamantamiento

Como todos sabemos, la mujer vino al mundo con dos microchips que, incorporados en sus senos, la programaron de fábrica para consagrar su vida entera a la alimentación. Podemos pasar días perorando incansablemente sobre la emancipación femenina, sobre el avance de la mujer en la sociedad, sobre la teoría y la praxis del feminismo militante, sobre anteponer la vida laboral a tener hijos, y sobre un montón de huevadas similares dignas de llenar con lugares comunes y pensamientos trillados alguna página vacía del diario del domingo, pero todo ese palabrerío se derrite como la cera ante la verdad unívoca e irresistible que propone el simple principio de amamantamiento: la mujer, por mucho que se rebele contra sí misma, nació para dar de comer; sus glándulas mamarias así se lo ordenan.

Cuando es niña, toma entre sus brazos un muñeco bebé y le lleva, impulsada por resortes instintivos antes que por educación o imposición de paradigmas sociales, una mamadera de juguete a la boca; luego, solicita insistentemente a sus padres que le procuren una mascota, de cuya posterior alimentación se ocupa con celo, al menos hasta que alcanza su adolescencia; entonces comienza a salir en busca de pareja para así, una vez que la consigue, dedicar su vida a dos impostergables misiones: amamantar a sus hijos y engordar a su esposo; una vez que estas misiones son llevadas a cabo con éxito, su vejez se convierte en una eterna tortura hacia sus nietos, que deben soportar estoicamente a una abuela infatigable que no deja pasar un solo instante sin volverles a ofrecer, por enésima vez, alguna cosa para comer que le rechazaron hace no más de cuatro segundos; por último, cuando sus nietos se alejan, cuando su marido muere, cuando la soledad hace presa en ella, sale de su casa, temblorosa, resignada, y comienza a alimentar a todos los gatos callejeros del barrio. Podría agregar que, al morir, sirve su propio cuerpo a los gusanos para que se deleiten en opípara cena fúnebre, pero eso lo hacemos también los hombres.

Tal como podrá suponerse, toda esa irrefutable historia de vida que he pintado en una sola parrafada se origina en el simple hecho de que la mujer posee mamas. Cuando un hombre tiene un perro, es porque quiere compañía y fidelidad; cuando una mujer tiene un perro, es porque le quiere dar de comer a cualquier cosa, a lo que sea. Cuando un hombre, como excepción, tiene plantas, es porque le interesa la botánica y es curioso respecto de las ciencias naturales; cuando una mujer tiene plantas, es porque quiere verse en la saludable obligación de regarlas y de velar por sus frágiles existencias. Alguna que otra vez mi hermana se fue de viaje; las únicas palabras que antes de partir me dirigió en cada caso se refirieron, exclusivamente, al hecho de encomendarme sus plantas y la sagrada tarea de darles riego; de más está decir que sus meticulosas instrucciones fueron olvidadas por mi intelecto aun antes de que hubiesen sido impartidas del todo, y que, si las plantas sobrevivieron a su ausencia, fue por obra y gracia de la benevolencia sin límites de una Naturaleza pródiga y feraz.

Resumiendo, y quitando tal vez los casos de algunas mujeres un tanto autodestructivas, tener tetas pega mal. El hombre que le diga arteramente a su mujer «Mi madre cocinaba mejor» logrará herirla. La mujer que le diga en cambio a su marido «Mi padre cambiaba mejor las lamparitas» no logrará absolutamente nada de nada. El lector acaso se pregunte ahora, con toda legitimidad, dónde es que hay una tragedia en todo esto que menciono, pero la respuesta amerita un capítulo aparte, el cual comienza a continuación.

***


El hombre mal alimentado

Entre las numerosas frases e ideas de Nietzsche que no han llamado la atención de absolutamente nadie, que no han sido materia de ningún posterior estudio filosófico, y que no han disparado las disquisiciones de un solo ensayista en todo el universo, hay una que siempre consideré como uno de los puntos capitales de su obra, una de esas Verdades que podrían haber cambiado el decurso histórico del mundo si no hubiese sido porque los estudiosos prefirieron distraerse con tópicos más intrascendentes y olvidables, como ser el del eterno retorno. Me refiero a un pasaje suyo que reza: «La estupidez introducida en la cocina: la mujer haciendo de cocinera. La mujer desconoce el significado de la comida. Las malas cocineras, la falta absoluta de racionalidad en la cocina, es lo que más ha retrasado y perjudicado el desarrollo del hombre». Quede dicho: no puede haber peor calamidad para un hombre que el hecho de ser alimentado por una hembra.

Como ya he mencionado alguna vez, tuve la inmensa fortuna de que mi madre muriese cuando yo era aún un niño, lo cual supuso para mí incontables beneficios que sólo con el tiempo fui capaz de percibir. Uno de ellos consistió en emanciparme para siempre de la mala alimentación a las que las mujeres someten al hombre. Puesto que ya de niño tuve que aprender a cocinarme todos los mediodías, mientras que era mi padre quien se encargaba de preparar una frugal pero sustanciosa cena por las noches, mi cuerpo creció con todos los privilegios y dones de una delgadez atlética. Dicha delgadez me valió en el comienzo algunas burlas entre mis condiscípulos, pero éstas fueron prontamente vengadas en las clases de gimnasia, cuando, para mi regocijo, advertí que les sacaba con facilidad diez vueltas de ventaja corriendo alrededor de una plaza, o que llegaba a hacer unos seiscientos abdominales más que esas resollantes focas en idéntica cantidad de tiempo. Conclusión: los que estaban mal alimentados eran ellos.

Varios lustros de salud transcurrieron sobre mí, y llegué así a mis 34 años. Accedí hace unos días, tras siglos de vanas insistencias que chocaban contra mis hoscas negativas, a concurrir por fin a uno de los regulares asados de camaradería que celebran cada tanto los escasos seres equívocos que dan en juntarse conmigo. Surgió entonces, en un patético momento de sobremesa, la temática de las prominentes barrigas y abultados vientres de los que todos sin excepción, individuos de edades cercanas a la mía, hacían gala. Suele adjudicarse esa gordura masculina a la edad o a los excesos de cerveza y de vino, pero, verificándose ambas instancias en mi propio organismo, parecía inexplicable mi contrastante estado físico. La respuesta, que les manifesté al instante, era muy simple: a diferencia de ellos, yo no había aún contraído matrimonio. Es decir, yo no era alimentado por mujer alguna.

El hombre no engorda con la edad: el hombre engorda con el casamiento. Tomemos el arquetipo absoluto del hombre casado: se trata de un burgués, un camionero o un obrero panzón que muere, harto ya de las gansadas que habla su esposa, entre los 50 y los 70 años, depende de si se eyecta de su insufrible matrimonio por medio de un ACV o de un infarto. Reparemos ahora en el arquetipo absoluto del hombre soltero: se trata de un loco delgado, enjuto, de ojos alucinados, que vive en la calle y que suele tener una expectativa de vida de unos 90 años. Sancho Panza era casado; Don Quijote, no. ¿Y quién puede discutir las supremas verdades del Arte?

En pocas palabras, la panza es el estigma indeleble que denuncia el sometimiento del hombre que ha sido domesticado por una hembra. Por supuesto que hay excepciones: el sacerdote obeso, por un lado, o mi difunto abuelo materno, por el otro. ¿Por qué menciono a mi propio abuelo? Porque fue él quien, con su increíble ejemplo, me brindó la piedra filosofal del Hombre Libre. Su genética era perfecta: le alcanzaba con comer sólo dos bocados de algo por día para vivir. Su esposa, como buena mujer, amaba cocinar, hacía cursos de repostería, estudiaba las recetas más exóticas, se lanzaba a preparar los platos más sofisticados, escalaba las más impensadas cimas en el difícil arte de la cocina gourmet, pero en vano: mi abuelo hacía a un lado todo lo que se le ponía delante alegando alguna excusa inverosímil. «No, está frío. No, le falta sal. No, está caliente. No, tiene un gusto ácido. No, está salado. No, no, no, ¡no!» Con esa genial técnica, con esa rebelión prometeica digna de un semidiós, fue de los pocos ancianos de la historia que lograron sobrevivir a sus esposas, y murió recién después de los 80 sólo porque era un fumador empedernido y un enfisema minó por completo sus pulmones.

Formulo una simple pregunta: ¿por qué creen que el Papa es siempre un viejo de edad incalculable que llega a vivir unos 210 años? ¿Porque Dios lo ama y lo protege? No: porque tiene cocineros varones, el elíxir de la larga vida. Por supuesto que no consagro como un bien deseable el hecho de vivir muchos años: simplemente celebro que uno pueda contar con la posibilidad de llegar con buena salud a la edad necesaria para culminar alguna obra o alcanzar alguna meta propuesta en la juventud. Dejarse alimentar por una mujer, un ser que no sabe nada de las necesidades de un guerrero, es exponerse a reventar más temprano que tarde como un escuerzo.

***


La rebelión del Hombre

Pero ¿por qué utilizo palabras como emancipación, libertad, rebelión? ¿Por qué admiro el sagrado No de mi abuelo y veo en él una piedra filosofal para alcanzar un mundo mejor? Humanos, la necesidad de comer es el principio de toda esclavitud, y, cuanto mayor es un vientre, mayor es la esclavitud de ese hombre respecto de los demás hombres, así como (lo cual tiene peores consecuencias en el mundo del arte, o sea, en el único que verdaderamente me interesa) mayor es la esclavitud del cerebro de ese hombre respecto de su propio estómago. La obra del genio es producto de un intelecto que se libera del yugo de las necesidades físicas a las cuales ese intelecto nació para servir. El hombre con menores necesidades fisiológicas se acerca más fácilmente a ser lo que Arthur Schopenhauer llamaba un "sujeto puro del conocer".

Entonces, el hombre que se somete con gusto a una perniciosa nutrición por parte de su madre o de su mujer queda condenado al odioso cepo de una esclavitud de ardua resolución. Por un poco de dinero o poder, por un plato de lentejas digamos, se puede controlar a cualquier gordo. Pero la delgadez es insurrección, y un hombre de constitución magra puede, en un ataque de dignidad, mandarte al diablo aunque le ofrezcas salmón rosado con caviar y champagne. Las mujeres, en consecuencia, son máquinas dedicadas a la tarea de volvernos esclavos, esclavos de ellas, de nuestros estómagos y de todo. El burgués obeso que las izquierdas odian es una creación femenina, lleva su sello indeleble, lo ha esculpido la hembra hasta en sus más ínfimos detalles. Pero las izquierdas mismas están formadas por esclavos, que justamente envidian del burgués su panza, no otra cosa, pues los zurdos se rebelan contra todo menos contra la alimentación que les brindó su madre. Y por eso fracasan: porque no tienen claro dónde reside exactamente su esclavitud. El único rebelde, el único emancipado, el único Hombre Libre es, así pues, el artista, el filósofo, el científico, el ermitaño, el santo, el poeta maldito, el loco.

Y es que la mujer no sabe, ni desea, alimentar a un guerrero: alimenta al hombre como si éste fuera una hembra, alguien que tiene que engordar para nutrir un feto en su interior, y de ese modo transforma al guerrero en un mercader, a veces, y en un esclavo, siempre. Esto no carece de lógica: la mujer cavernícola tuvo que aprender a seducir un cazador, sacarle un hijo, y luego, para que el cazador no la abandonara, para que se quedara a procurarles alimento a ella y al cachorro, tuvo que aprender a engordarlo, a aburguesarlo, a volverlo obeso y poco deseable para las mujeres más jóvenes... a hacerlo, en suma, un completo esclavo de ella y de su nido.

Por eso yo proclamo aquí la verdadera Rebelión del Mamífero: la rebelión contra el estofado materno, contra la milanesa conyugal, contra la opresión de los postres. El verdadero Hombre vive de asado, de comida al paso, de porquerías improvisadas dignas de un escenario de guerra. Las comidas especiosas, sazonadas, solícitas, obsequiosas y elaboradas que son propias de la mano femenina, la gran aburguesadora, reducen al noble varón a la más abyecta decadencia. La mujer lo sabe, pero nos quiere así, esclavizados: es su negocio. Y es, también, el negocio del Sistema, el cual, como lo he dicho muchas veces, no es hijo de la maldad de los mercaderes, sino que es hijo de la Hembra. ¿Quién alimentó a los capitalistas, quién alimentó a los dictadores? Les hicieron crecer barrigas, y esas barrigas hicieron todo lo demás. Yo lo he visto. ¿Por qué nadie quiere escucharme?

Pero no me importa lo que suceda con los humanos, no me importa que no me escuchen, que se sigan sacando los ojos entre sí, que perezcan. Yo le hablo a los artistas, a los filósofos, para que se salven a tiempo de este flagelo que los acecha sin que ellos atinen siquiera a sospecharlo. Luchen contra la cocina femenina, enemiga del genio, enemiga de la libertad, enemiga del guerrero. La trompeta de la insurrección ha sonado: corramos sin miedo hacia el No redentor. Nietzsche, aunque tampoco logró ser escuchado por nadie, fue claro y contundente; yo sólo he rescatado sus palabras injustamente soslayadas y las he ampliado en este imprescindible ensayo liberador: ¡fuera la mujer de la cocina, que el hombre tiene mucho aún por delante! ¡Tomemos la sartén por el mango! ¡Chefs, cocineros, maestros pizzeros y parrilleros del mundo, uníos! El destino del Hombre depende de vosotros. Sí: un fantasma recorre las cocinas y los hornos...

11 comentarios:

  1. Olvidé que, por si a alguien le interesa, el pasaje completo de Nietzsche puede leerse en Más allá del bien y del mal, Nuestras virtudes, § 234.

    ResponderEliminar
  2. El "hombre" que viene de una tradición de domesticación ( no estoy segura de que esta palabra sea correcta y...fuck u).

    El hombre que necesita de la mujer para satisfacer sus necesidades fisiológicas me hace pensar en el huevo-gallina. Las minas son así por motu propio o porque "se sabe" que los hombres buscan a una hembra con tales y cuales características. Acaso están condicionadas por el varón?. Dada una visión diferente: el varón está condicionado por la mujer?.

    En cuanto a la alimentación hay algo extraño porque si somos darwinistas y observamos el reino animal veremos que son los machos los encargados de la alimentación de las crías y la hembra ( mayoría de los casos).

    Mas allá de todo, al final se trata de una cuestión edípica? no sé, no me importa pero vale decir que hago las mejores milanesas del Condado de Villa Crespo CABA y devoro hasta el último bocado. Me puedo aburrir de muchas cosas excepto de las milanesas O_o

    Si hablamos de dominación del varón creo que el sexo está en primer y único lugar. Al pedo cualquier curso de cocina "chiquita"...pelá las tetas.

    En fín , no voy a hacer un choclo de cometario...además me acordé de los blogs porque me acordé del mío primero y soy egoista y lo gozo. ( sonó porno).

    *tenés 34???
    *viejo puto
    *dada la edad seguro te pegó el "recuerdo" o nostalgia y empezaste a iniciar tus oraciones con " en mi época" o " cuando era pibe"
    *chau.


    A**





    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Te equivocas, en el reino animal, el "bicho" considerado Rey de tal reino, (el león) se recuesta en la sabana africana esperando a que las leonas salgan a cazar algún antílope que ande distraído por la vida.

      Eliminar
  3. No, acá no hay el huevo y la gallina que valga: agarrá la hembra de cualquier especie animal de mamíferos y vas a ver que, salvo que se trate de una especie muy depredadora, todas las hembras son iguales a la mujer humana. Hasta una loba se tomó el laburo de amamantar a Rómulo y Remo: todo dicho. De ahí a que una vieja alimente gatos hay un solo paso, y no es precisamente un paso evolutivo.

    Y OBVIO que vivo enunciando frases en el estilo: "Cuando yo era gurí, etc.", pero siempre las utilizo para referirme a sucesos acontecidos un par de meses antes, a veces incluso días. Lo bueno de mi inmadurez militante es que la edad no me pega, la desmiento con cada uno de mis actos. Eso sumado a que no tengo panza porque me alimento solo, así que incluso el resto del mundo me cree pendejo. Y hacen bien. El otro día pensaba en la diferencia entre mis 19 y mis 34 años: en aquellas épocas pretéritas, yo era un tipo responsable, me levantaba todos los días temprano, laburaba en una imprenta, iba en tren; hoy día, hago cualquiera, vivo en la pavada constante, y sobrevivo por medio de numerosos hechos ilícitos que rozan lo delictual. En este estado de salvajismo adolescente en el que me manejo a diario, la edad no es más que una simple anécdota. Soy el hombre que quiso ser viejo y no lo logró.

    ResponderEliminar
  4. Lo de Rómulo y Remo es un mito.

    A lo que me refería con lo del huevo y la gallina ( sin ansias de parecer que estoy a favor/contra de algún "bando") es que si la hembra está programada genéticamente para alimentar y proteger,¿es posible pensar de que esto parta del hecho de que el macho es un inepto ?.

    Creo que en lo que se refiere a la vida social contemporánea, a la mujer como servicial y servidora del hombre y también máquina de procrear se deba quizá a que la han estigmatizado.Sociedad patriarcal? si, de una. Pero la mujer, a su vez, se ha dejado estigmatizar y aceptó ( en muchos casos) de buena gana el sello.

    Ahondar en estas cuestones es extenderse demasiado y cualquier idea que pueda tirar ecá es parte producto de mis conocimientos generales, razonamiento ploop y semi-ebriedad.

    Si me preguntan entre los 19 y mis actuales 29 sólo puedo decir que soy un cacho menos boluda, conozco mas bandas , soy mas áspera. La escencia se mantiene. Para muchos eso es algo negativo..."inmadura" es una etiqueta frecuente. sóbenmela.

    Tenés 34, viejo choto xD


    A**

    ResponderEliminar
  5. Ya sé que lo de Rómulo y Remo es un mito, pasa que me tomé el tema un poco menos en serio que vos.

    Igual tu comentario me inspira otra hipótesis pelotuda pero digna de reflexión: el instinto de la alimentación le nació a la mina no por una cuestión de sociedades patriarcales, sino de sociedades abandónicas. O sea, en la época de las cavernas no había ninguna justicia que te ordenara pasarle alimentos al pibe: el tipo la ponía, se iba de la caverna para preñar otras por ahí, y, cuando necesitaba alimentarse, se cazaba un jabalí prehistórico con los muchachos y, mientras un par lo asaban, el resto jugaba un picadito y se agarraban a garrotazos al final del partido. Mientras tanto, la mina abandonada, la madre, bueno... tenía que aprender a alimentar por sus propios medios a la nidada. Y ese instinto se ha mantenido vivo en la mujer hasta el día de hoy.

    De lo antedicho se deduce un hallazgo digno de un nuevo post: el casamiento es un invento de la madre abandonada, y, por ende, la sociedad patriarcal es un invento de la misma mujer. Pasa que se victimizan, les sale la zurda de adentro y lo venden como que el malo que las sometió fue el hombre, cuando en realidad fue EXACTAMENTE AL REVÉS. La astucia femenina, el chantaje sexual de "No entrego sin los papeles", fue lo que determinó que el hombre tuviese que dejar el asado y el partido para dedicarse a ser un boludo patriarcal.

    A todo lo cual no hay que perder de vista las tetas, como bien señalé en mi post. La hembra araña se re caga en sus hijos, no los alimenta un pomo. Si en vez de mamíferos fuésemos aves o reptiles, la cosa no sería lo mismo: el instinto de la alimentación lo podría tener cualquier sexo, o ninguno de los dos. Pero somos mamíferos. Una mujer oye llorar a un bebé, y zas, pela una teta. Un hombre oye llorar a un bebé, y la puta madre, apaguen esa cosa.

    ¡Pero qué descaro! ¿Con 29 pirulos me estás llamando viejo? El hombre y la mujer tienen relojes biológicos distintos, deberías saberlo. A mí me faltan seis años para ser técnicamente viejo; a vos te falta uno. Igual no te digo nada porque me parece bien que tengas 29, no me banco mucho a las pendejas, y encima cada vez las hacen peor. "Cuando yo era joven", etcétera...

    ResponderEliminar
  6. Es una hipótesis pelotuda, pero en este medio y entre nos....está permitido.

    No sé qué onda las minas. Yo soy una aunque sospecho que mis viejos esperaban un pibe porque antes de nacer ya tenía puesto "Martín" . Los cagué bién cagados, y ellos a mí: me encajaron Eva.

    Con el temilla del sometimiento a las mujeres y otras yerbas siempre pensé que hubo cierto grado de comodidad por parte del género femenino. Ok, un chabón es mas fuerte que una mina, la caga a sopapos y al carajo pero a la vez la hembra siempre estuvo "protegida" de otros machos y alejada de cualquier conflicto dado que no era ella quién debía salir a cazar o enfrentarse con otras tribus. Después de decir esto, quedo expuesta a cualqier ataque de una feminazi. Protect me!

    Yeah, todo comentario acerca de tu edad fue una provocación facilonga. En 1 año como que soy una mujer o algo de eso. Me van a preguntar porqué no escupo pendejos por la cajeta o porqué no me caso.

    "En mis épocas" veíamos Cartoon Network porque pasaban dibujitos! . "En mis épocas" en MTV pasaban videos de música. "En mis épocas" los bolivianos eran una verdadera minoría que sólo vendía verduras y corpiños a la salida del Súper. Ohh!

    A**


    ResponderEliminar
  7. Te asesinaron con ese nombre, mitad bíblico, mitad peronista, mitad nazi. Conmigo tuvieron el buen tino de ponerme Martín de segundo nombre, que a veces uso como default, porque con el primero también me asesinaron. "En mis épocas" nuestros viejos sacaban todos los nombres de la Biblia. Ahora, te ponen cosas aborígenes onda Amulén, Bamboche, Choele Choel, Obi-Wan, Coconor, etc.: no sé qué es peor...

    Si una feminista cae en este blog, lo último que va a hacer es fijarse en lo que pusiste vos: bastante tiene con mis dos últimas entradas, que, inspiradas en Nietzsche y Schopenhauer, rozan lo misógino. Aunque no sé: ahora que miro, en una pido que las mujeres no tengan hijos, y en la otra pido que no cocinen. Tomen, pelotudas: yo también, aunque sin saberlo, soy un militante feminista.

    "En mis épocas", Argentina era un país hambriento. Hoy, es una próspera villa miseria.

    ResponderEliminar
  8. Yeah...pero lo que menos me jode es la connotación Nacional Socialista (posta). Con mi primer nombre me cogieron con la chota muerta porque literalmente : a-p-e-s-t-a ( es mas bíblico aún...).

    Malditas preladas con hormonas alocadas...malditas.

    Hablando de cosas que se refieren a los géneros, hoy 14/02/13 estuve viendo un documental de la BBC ( cerrá el ojete) sobre la evolución sexual y de cómo las hembras condicionan la evolución en muchos mamíferos. En este caso hablaban de las aves ( ahí lo enganché) y una en particular mitía un extraño sonido de apareamiento...sonido que no era el suyo por defecto. Gente que no garcha nunca estudió sobre ese tema y resulta que el MACHO debido a exigencias de la HEMBRA tuvo que modificar su tipo de cortejo y eso, a su vez, lo condujo a un cambio en su estructura física, lo cual se verá relejado en futuras generaciones de aves pollerudas. Loco...en serio.

    Bué, tu tema es muy trillado aunque corresponde decir que lo abarcaste desde un ángulo cool-

    Dentro de meses la seguimos...adieú !


    A**




    ResponderEliminar
  9. Dios te salve María llena eres de gracia... En fin, sí, recién ahora cacé lo que significaba tu antiguo nombre de guerra... chico lerdo. Aunque peor hubiese sido que te pusieran María José: agradecé que no te tocó un nombre así, hay que ser muy sádico para poner un nombre de ese calibre, lo mismo que José María a un pibe. O sea... ¿en qué carajo pueden estar pensando para elegir semejante aberración de nombre bisexual?

    A todo esto, muy edificante y enriquecedor el documental, pero entre los humanos la moda gay ya es tan grande que no creo que las hembras modifiquen por muchas décadas más el comportamiento masculino. Bah, como si importara...

    ResponderEliminar
  10. Nadia8/8/18

    No creo que veas este comentario después de tanto tiempo,pero lo descubrí hace poco a tu blog y aunque sea una lastima que ya no escribas te felicito!!!

    ResponderEliminar